NO NOS DEJEMOS ENGAÑAR
OTRA VEZ CON MISMAS MENTIRAS
CON QUE GANÓ EL “NO” EN
EL PLEBISCITO.
Insisto en rogarle al pueblo que “abra los ojos” porque todo lo que se argumentó para que ganara el NO en el
Plebiscito de 2016, para la “refrendación” de los Acuerdos de Paz, hoy en nada son
realidad ni constituyen verdad:
Colombia jamás tendrá un régimen Castro-Chavista,
tampoco el país se les entregó a las FARC que, ni se tomarán el Poder por la
vía de las armas y que además, en los pasados comicios lectorales de 2018 para
elegir el Congreso de la República, las urnas demostraron que están muy lejos
por esa vía legal. Tampoco es cierto que a los guerrilleros desmovilizados “se les premió” con sueldos millonarios. Con esa intimidación y miedo convencieron
a los incautos electores. Esa es la misma “dialéctica” que sobre los escenarios, ataviado de
poncho y sombrero expone el Dr. Duque. Nada nuevo.
En este orden de ideas los medios han apuntalado
que mi premisa inicial tiene el sustento apropiado. La web de la revista Semana,
por ejemplo, publicó el 03 de octubre de 2016 bajó el título:
“¿Por
qué ganó el NO” y a
líneas seguidas subtituló:
“Aunque la firma de la paz parecía fácil de vender,
una campaña del No basada en el temor, sumada a la débil movilización política
del Sí llevaron a los colombianos a votar en contra de refrendar los acuerdos
con las Farc”.
Y me identifico con lo que
sustentó la publicación a renglones seguidos:
“Con el triunfo del No en el plebiscito
quedó en evidencia que en la elección pesaron más las emociones que los
argumentos. Mientras el
gobierno nacional y los promotores del Sí se concentraron en defender con
cifras, estadísticas y proyecciones económicas las ventajas de la refrendación
de los acuerdos con las Farc, la campaña del No prefirió moverse en las
profundidades de la psicología colectiva.
Así, mientras el equipo de negociación
del gobierno dedicó las últimas semanas a asistir a cientos de foros por la paz
convocados por universidades, gremios y organizaciones de la sociedad civil, los defensores del No, en cabeza del
uribismo, se dedicaron a convencer a los indecisos de que los acuerdos de paz
estaban en contravía de los valores considerados esenciales para los
colombianos.
Un ejemplo de ello sucedió en Cartagena
el 26 de septiembre: horas antes de que el presidente Santos y Timochenko
protagonizaran el acto de la firma de la paz, Álvaro Uribe lideró una marcha en
otro sector de esa ciudad en compañía del exprocurador Alejandro Ordóñez y del
pastor evangélico Miguel Arrázola, uno de los más importantes de la costa. En
esa movilización contra los acuerdos se centró en señalar que –además de
promover el castro-chavismo– el enfoque de género incluido en los mismos
vulneraba la institución de la familia.
Desde agosto, Uribe, el exprocurador y
la bancada del Centro Democrático habían comenzado a apalancarse políticamente
en las Iglesias evangélicas y otros sectores conservadores para defender el No.
Con una exitosa estrategia comunicacional lograron unificar el rechazo a las
cartillas de educación sexual del ministerio del ramo con su rechazo al
gobierno de Santos y su oposición a los acuerdos de paz. “Abanderados de la familia”
y “No a los acuerdos”, decían los dos carteles más
llamativos en la manifestación frente al ministerio.
La campaña del No se apoyó con éxito en
el recurso de convencer a los votantes de que en los acuerdos de paz había un
temible demonio escondido, y también en el de señalar que los acuerdos de paz
traerían de la mano al castro-chavismo. El uribismo logró vincular la propuesta
política de las Farc con el temor a que en Colombia pudiera tener éxito un
populismo de izquierda como el iniciado por Hugo Chávez en Venezuela, que tiene
hoy al vecino país en una crisis humanitaria.
El
uribismo y los defensores del No también se apoyaron en la línea del miedo: Óscar Iván Zuluaga, director del
Centro Democrático, afirmó días antes que la refrendación de los acuerdos
implicaría nuevos impuestos para los colombianos; Uribe insistió en que lo
discutido en La Habana atentaba contra la propiedad privada y la dignidad de
las Fuerzas Militares; José Obdulio Gaviria insistió en que si se refrendaba el
acuerdo el terrorismo llegaría al poder y en varias ciudades del país
aparecieron vallas que simulaban una candidatura presidencial de Timochenko.
Todos esos temores expresados mediáticamente se trasladaron a las redes
sociales, en donde también cumplieron el objetivo de conquistar a muchos que
prefirieron votar No por pánico a que ganara el Sí (Sic). El resaltado es mío.
A esta fecha, los argumentos del NO han
sido infundados y desmentidos. Sólo se los siguen creyendo sus impulsadores.
Hay verdades inocultables y mentiras insustentables; entre ellas ofrecerle a
los colombianos crear de la noche a la mañana y como arte de magia fuentes de
trabajo y a la vez reducir los impuestos. La verdad es otra, el mayor impuesto
es la Corrupción a todo nivel y con pocas excepciones.
La evasión por ejemplo, siempre se
pretende tapar con insulsas “Reformas
Tributarias” que sólo le aprietan el
cuello a los de a pie con aumentos del IVA por citar un renglón. La realidad es
otra, la desigualdad causa vergüenza y dolor de patria; mientras el salario
mínimo después de largas semanas de desgastadores “tira que jala” a duras
penas logró igualar sólo en cifras la inflación.
A diferencia de los congresistas que con
una sarta de privilegios ganan más de 30 millones y en esa misma escala los
altos funcionarios. Entre ellos, los del anterior gobierno del hoy Senador
Uribe que en una preocupante cantidad, constitucionalmente, por delitos
diversos, han sido vencidos en juicio, están purgando penas y no en celdas
comunes, sino con finas gabelas.
Por algunas razones, el Dr. Duque ha
propuesto suprimir la Corte Suprema; aunque después del polvorín que levantó su
propuesta “la ha engrasado”. Sin dejar de reconocer que por la
falta de ética e idoneidad de algunos magistrados la justicia está en la picota
publica.
La revista Digital Voces, en su web el
24 de marzo de 2918, se refirió al asunto:
“¿Iván Duque propone suprimir la Corte Suprema de
Justicia que investiga a Uribe?”.
El titular referido a un debate que se
dio en la Universidad de Columbia en Nueva York, Estados Unidos en el que
participaron los doctores De La Calle, Duque y Petro a los que se les indagó
por las fallidas reformas a la justicia. Fiel al texto:
“Dentro de la explicación agregó temas
como estudiar la posición de los jueces y hacer análisis de su arraigo. Duque
expuso como el tema “polémico” analizar si en Colombia es necesario
tener tantas altas Cortes, informando que existen más de 130 magistrados con
sueldos de “aproximadamente 10 mil
dólares”, y cuestiona si no sería
una mejor opción acabar con todas estas y crear una sola Corte unificada que
contenga salas especializadas, que se centre en la unificación de
jurisprudencia y tenga sus miras en las primeras y segundas instancias que son
las más cercanas a la ciudadanía según señala el candidato.
Esta propuesta inmediatamente fue tomada
como peligrosa, pues Iván Duque insinúa querer acabar con la Corte Suprema De
Justicia, la cual para nadie es secreto, tiene el ojo encima de su mentor,
Álvaro Uribe Vélez. ¿Será entonces la intención de Duque, acabar con las altas
Cortes con pretensiones personales?”.
https://voces.com.co/ivan-duque-propone-suprimir-la-corte-suprema-de-justicia-que-investiga-a-uribe/
Los invito a leer aquí en
Encuentro Latino Radio mi anterior escrito Mentiras de la politiquería en el que con números, entre ellos los de la
revista Semana (“Las cifras con las que Santos controvierte a la
oposición. A pesar del enrarecido clima político, las cifras que presenta el
gobierno no son malas”), reseñé las diferencias de los 8 años de gobierno
del Presidente Santos, frente al pasado mandato del Presidente Uribe. Sin
privilegiar. Sencillamente para formular que no es fácil precisar puntos de
comparación.
Desde otra arista, no puedo pasar
por alto el nefasto y maquiavélico papel de las Encuestas que sin control alguno
son un perverso inducidor y distorsionador de la voluntad del elector. Lo ocurrido esta semana en Costa Rica es la mejor
demostración que no hay que confiar ciegamente en las encuestas que deben ser
supervisadas por ejemplo por personal calificado del DANE o de la Universidad
Nacional.
La duda existe, con razones
valederas, el Diario El País, el 06 de octubre de 2017, se ocupó del fenómeno y
pregunto:
“¿Por qué fallan tanto las
encuestas en Colombia?
Los estudios de opinión han
deparado a menudo sorpresas en el país, empezando por el plebiscito sobre los
acuerdos de paz”.
A renglones seguidos publicó:
“La media de las últimas encuestas
antes del 2 de octubre de 2016 era clara: en torno a un 60% de los colombianos
votaría a favor. Pero ya sabemos que la cifra final no llegó al 50%. Este error
de bulto se sumó a la desconfianza que ya venían despertando los estudios de
opinión en el país: en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de
2014, la media de las seis últimas encuestas de las casas más significativas
daban un empate técnico al 43% por ciento entre Juan Manuel Santos y Óscar Iván
Zuluaga. La diferencia final fue de siete puntos porcentuales para el primero”.
En
el diario El Espectador de Bogotá, el 27 de febrero de 2018, los columnistas
Leonardo Botero y Germán Gómez Polo, preguntaron en su Sección Política:
“¿Creer o no en las encuestas?: mediciones
tradicionales y sondeos en redes sociales.
Expertos
explican los elementos que hay que tener en cuenta para hacer una mejor lectura
de los resultados de una encuesta y advierten sobre los sesgos de los sondeos
realizados por medios y políticos en Twitter y Facebook”.
Específicamente
escribieron:
“Ahora, en tiempos electorales como el
que vive el país hoy, es innegable que estas mediciones juegan un papel
importante, no sólo porque motivan decisiones desde las campañas
presidenciales, sino porque pueden influir en el voto de los ciudadanos.
El Observatorio de Redes Sociales de la
Universidad Sergio Arboleda señala que “históricamente
se les solía atribuir un valor de verdad, que recientes decisiones electorales
y políticas en el mundo desmintieron (…) muchas veces, cuando las encuestas
proclaman una ‘pérdida inminente’, hacen que los menos favorecidos enfilen
baterías para minimizar el daño, incluso, el logro de una victoria inesperada”.