APRECIADOS AMIGOS
Compartimos el presente articulo, con ocasión del lanzamiento del libro HECTOR LAVOE LA VOZ DEL BARRIO del escritor Sergio Santana Archbold, en la ciudad de Bogotá - Colombia el sábado 17 de marzo de 2018 en Rumbaland de 6:00 a 8:00 pm,
HÉCTOR LAVOE, LA VOZ DEL BARRIO
Texto leído en el lanzamiento del libro Héctor Lavoe La
voz del barrio del investigador musical Sergio Santana el 26 de enero de 2018
en el auditorio de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín.
Por: Juan Carlos
Mazo
Para mi
amigo Sergio Santana,
cariño,
aprecio y admiración
para un
salsero en tono mayor.
Héctor Lavoe fue el
gran ícono de la salsa, fue el Che Guevara de la clave y el soneo, fue el guapo
que se creó y se auto destruyó, fue el hombre que convivió con el infierno y la
gloria en 5-8 de estatura y por eso su nombre se hizo mítico, fue capaz de
llegar a extremos que ni él dimensionó, para bien y para mal.
Su vida no fue una
línea recta, fue una historia llena de recovecos y entre telones, que lo llevó
desde Machuelo Abajo en Ponce, Puerto Rico, hasta cualquier barrio del mundo
entero.
Acercarse para
compilar su vida es un reto, su historia es como un espejo roto en mil pedazos
que cada biógrafo debe comenzar a armar, porque dejó historia en África, pero también
en Nueva York y ni qué decir de Latinoamérica y el Caribe. Pero también se
puede contar la historia de su gesta artista en estricto orden, o de la
persona, en estricto desorden, o la visión de sus amigos, o de sus compañeros
de lides, o desde sus debilidades e inseguridades que lo acompañaron siempre, o
desde su legado y la interpretación de su obra, y todas estas miradas poseen
valor y dan cuenta de su grandeza.
Cada uno tiene uno
tiene su propio Héctor Lavoe, de acuerdo a como lo vivió o lo soportó, o lo que
le inspiró y le impregnó cada canción, cada soneo, cada una de sus frases
memorables. Su mundo fue tan diverso y amplio que aún hoy estamos
descubriéndolo.
Y henos aquí ante Héctor Lavoe, la voz del barrio, un
acercamiento de Sergio Santana y sus colaboradores por la vida del Cantante de
los cantantes. Primero diré lo que este texto no es. No es un libro carroñero
enfrascado en los caminos más oscuros del ídolo a pesar de su convivencia con
el bajo mundo, historias callejeras entre las que se cruzan verdades y
exageraciones, datos sin verificación y chismes sin valor. Sergio trató de ser
cuidadoso para no presentar un Héctor en su lado B y sin ocultar sus vicios,
impuntualidades, inmadurez y demás defectos, tampoco se ensañó en hacerle lupa
a lo peor del ser humano.
En contraste,
tampoco es un texto de exaltación y descarga de adjetivos, algo en lo que
quienes escriben de músicos y artistas suelen caer con tanta facilidad. Y mucho
menos es un libro que trae la verdad revelada sobre el ídolo de Ponce.
A mi parecer es un
libro sincero, sin pretensiones más allá de tratar de hacer un relato lo más
fiel posible desde una persona que como el autor ha vivido inmerso en la rumba
desde hace varias décadas, pero que no se quedó ahí, sentado desde el recuerdo con
las historias que ha intercambiado entre disco y disco sino que además recurrió
a fuentes primarias de la información y despojado de orgullos literarios abrió
la puerta para que otros también nos dieran a conocer ese Lavoe que les tocó
vivir.
El libro comienza
con un rastreo de lo que es Ponce, con los primeros años de Héctor en esas
calles, lleno de ausencias y necesidades, criado por sus familiares, porque de niño mamá se murió y solito con el viejo lo
dejó, historia sustentada a través de la entrevista que el autor le hizo a
Pricilla Pérez, hermana del cantante, y de la conversación con otras personas del
lugar que aún recuerdan ese Ponce de los años 40 y 50.
Posteriormente la
historia nos va llevando por los años adolescentes cuando Héctor encuentra en
la música su motivo y razón para salir adelante, hasta el día que decide que
Nueva York es su mundo y con una mano adelante y otra atrás y más flaco de la
cuenta, llegó a la Gran Manzana.
A partir de
entonces comienza la historia más conocida del artista, cuando de toque en
toque, tratando de abrirse un espacio en la fiesta y la farra latina conoció a
Willie Colón, mancuerna que fue proyectada para poco tiempo y que terminó
durando toda la vida.
Nunca sabremos qué
hubiera sido de Héctor sin Willie, porque él no sólo lo puso a brillar al
frente de su orquesta sino que después, cuando terminó oficialmente la
vinculación artística, Colón siguió como su productor, el hombre detrás del
mago del micrófono. Fue su gran soporte, al lado de un puñado de músicos que
tuvieron que soportarlo.
El libro nos habla
de la época de oro con Fania, y la manera como Héctor se volvió la mascota de
la orquesta, al que le perdonaban o permitían los excesos, el hombre que
siempre cerraba los shows con su clásico Mi
gente. Fueron momentos en los que tocó el cielo con sus manos, a fuerza de
talento, gracia y soneo.
Pero Héctor tuvo un
designio, estar condenado a vivir lo que cantaba y muchas de sus letras fueron
verdaderas sentencias que Santana logra recopilar y sin aspaviento nos va
llevando también por la vorágine que fue su final, producto del vicio, la mala
suerte, el destino, los empresarios y un alma de niño llena de fragilidad.
Luego de esta
interesante biografía viene en el libro un refrescante intermedio fotográfico
que nos ayuda a ubicarnos en la historia, después Santana hace un acercamiento al
Héctor bolerista, para luego pasar a la parte de cómo se vivió a Lavoe en
diferentes ciudades y países latinoamericanos. Como decía, cada uno tiene un
pedacito del Lavoe que le tocó vivir y este me parece un mérito importante del
libro, pues recoge los pedazos de su historia por Latinoamérica, para armar el
gran collage que nos da dimensión del artista.
Inicialmente nos
traslada a Venezuela, en un momento en el que el país era potencia, y las
orquestas, los cantantes y el espectáculo estaba a la cabeza del continente.
Gherson Maldonado Moncada, licenciado, melómano, productor musical, presentador
e investigador nos cuenta lo que significó el paso de Héctor por ese país, haciendo
un recuento cronológico de sus presentaciones y la relación estrecha que tuvo
con la movida musical, como los encuentros con los músicos de la Dimensión
Latina y la manera como Venezuela se convirtió en uno de sus principales
mercados en la venta de discos.
Después, de la mano
de Diógenes Iván Riley, docente universitario, coleccionista e investigador
musical, viajamos a Panamá, el país que inmortalizó con su murga, uno de los
primeros destinos musicales con la orquesta de Willie Colón y la manera como se
volvió un constante invitado para los carnavales de su capital.
Otra historia
interesante fue el paso de Lavoe por La Habana, relatado por Rafael Lam,
periodista, cronista, comentarista radial y escritor, que nos narra la
trascendencia que tuvo el Habana Jam
de 1979, un importante intercambio musical de la salsa de Nueva York con una de
las generaciones más brillantes de la música cubana, cuando se fletó un avión
lleno de músicos desde Estados Unidos a La Habana y sólo hubo una ausencia,
adivinen, Héctor Lavoe, quien finalmente arribó a La Habana antes de comenzar
la presentación de la Fania, sin que nadie supiera cómo apareció, anécdota que
ha producido más misterio que certezas y cuya verdad Héctor se llevó a la tumba.
Y ni qué decir de
Lavoe en Colombia, donde incluso vivió, fue protagonista del desarrollo salsero
de Cali y hasta actuó para la mafia paisa. El escritor y periodista Humberto
Valverde nos cuenta la historia de Héctor en Cali, llena de detalles, de anécdotas
buenas y malas, de excesos, y cómo fue necesario enviarlo de nuevo a Nueva
York, antes de que se destruyera en Colombia, lo que a la postre sólo fue un
cambio de domicilio para la misma tragedia.
El periodista y
escritor pastuso José Arteaga se encargó de reconstruir el paso del cantante por
Bogotá, que no empezó nada bien, con disparos y hasta la suspensión de
conciertos, y que también puso a Héctor en los musicales de la televisión
colombiana.
Y Medellín tampoco se
queda atrás. En un texto preparado para el libro Medellín tiene su salsa, Santana y el periodista Octavio Gómez
relatan lo que fue la llegada de la salsa a Medellín y las historias alrededor
de Lavoe, cuando se relacionó con la mafia de los años 80 en la ciudad y protagonizó
una famosa anécdota por cuenta de esos encuentros, que Santana y Gómez
reconstruyeron en el texto con testigos presenciales que narraron lo sucedido.
Otro investigador y
amigo de la casa, el ingeniero y productor de radio Rafael Bassi, hizo la
recopilación histórica de Lavoe en Barranquilla, una ciudad salsera por
excelencia, en la que llenó estadios y también mostró su decadencia cuando se
cerraban los años 80.
Eduardo Livia Daza,
ingeniero, escritor y productor radial, nos trae el paso de Lavoe en Perú, un
país que cautivó desde el comienzo, tanto con Willie, con Fania y como solista.
Y finalmente, el
comunicador y hombre de radio, el dominicano Alexis Méndez, describe las
actuaciones de Lavoe por Santo Domingo en franco reportaje con sus amigos y culmina
con el paso por Guayaquil y otras ciudades ecuatorianas del jibarito con paseo
incluido en prisión.
El libro finaliza,
como debe ser, con una completa discografía que termina por ubicar al lector en
la obra musical de Lavoe para darle un cierre a este esfuerzo investigativo que
reúne interesantes datos de una vida tan rica como triste.
Felicito a Sergio
por el sexto libro de esta camada, luego de la publicación de Pérez Prado, qué rico el mambo; Tito Rodríguez, en la vida hay amores; Mi salsa tiene sandunga y otros ingredientes;
Lucho Bermúdez, Cumbias, porros y viajes
y Benny Moré sin fronteras.
La suya es una
pasión por la clave y sus protagonistas que muy seguramente nos ha contagiado a
muchos de los que nos ha reunido hoy y que esperamos seguir compartiendo desde
la cercanía de una conversación o desde el tono amable y juicioso de un libro.
Gracias por
acercarnos al más díscolo de los protagonistas de la salsa, al infaltable
sonero que no le faltó nada por vivir, al hombre que respiraba por debajo del
agua al genio y figura que aún nos sigue llenando con su ingenio y sabor.
Y ahora, no sólo
que cante, sino que también lo lea su gente.
JUAN CARLOS MAZO
Comunicador Social
y Periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana, con una experiencia
laboral de más de 20 años en medios escritos, audiovisuales y electrónicos. Ha
laborado para medios como El Espectador, Publicaciones Semana y el periódico El
Colombiano, donde estuvo al frente de los proyectos de la Revista Viernes y el
periódico La Chiva (hoy Quiubo). Ha sido productor de radio y televisión. Así
mismo, se desempeña como artista multidisciplinario combinando la música, la
fotografía y la escritura, obteniendo diversos reconocimientos en certámenes
internacionales y nacionales. Actualmente es el Jefe de Comunicaciones del
Teatro Metropolitano